
Dame de tu mano lo más preciado que tengas a mano: una flor, una hoja, un verso, una canción a tiempo que acaricie mis instintos,... No soy caprichoso. Cualquier detalle apacigua la morriña cortoplacista del viajero. Así podré tener algo tuyo que parecerá, en ese mínimo instante, un regalo durante cien años embalado y fugazmente desenvuelto por mi pantagruélica ambición de dicha exprés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario